La poeta argentina Alejandra Pizarnik, ha sido y es un referente existencial para mi. Su poesía me ha acompañado a través de los años y de mi propio desarrollo como artista en transformación. Muchas veces me he mirado en su obra como en un espejo, he sentido como propias, las palabras transformadas de la realidad, que habitan sus poemas, y creado con ellas otros espejismos más íntimos, más próximos a mi propia identidad inventada. Recupero aquí algunas de estas obras, nacidas directa o indirectamente de la poesía de Alejandra.
Ilustración para el poema:
Y es siempre el jardín de lilas del otro lado del río./
si el alma pregunta si queda lejos, se le responderá:/ del otro lado del río.
Alejandra Pizarnik al otro
lado del espejo
Hace ya muchos años, un amigo me
regaló un libro blanco, frágil, delgado como un alambre, de título “nombres y
figuras”. El regalo llegaba con la recomendación de asomarse a un espejo, con
el presentimiento de abrir una puerta hacia el interior de las edades, y con la
promesa de una alucinación constante, mitad delirio , mitad cordura lúcida. Su
autora, una poeta argentina y suicida, desconocida para mi, se convertiría con
los años en una amiga constante, acreedora de todos mis silencios, una voz al
otro lado del espejo; Alejandra, bebedora de palabras transformadas; Alejandra
en la línea del tiempo; Alejandra, reflejo de mi propia búsqueda.
Su poesía y su identidad creada (
por ella misma, por mi) me acompaña a través de las edades, los lugares del
dolor y la alegría, de los abismos del miedo y la desesperación más oscura.
Pero esta Alejandra creada por
mi, no es la verdadera Alejandra, sino otra, construida por el tiempo y las
experiencias de mi vida.
Como tampoco lo es la Alejandra
inventada por ella misma, la que habita sus poemas, sus diarios: esta es una
Alejandra literaria. No se trata de la vida dentro de la vida, sino de la
literatura dentro de la literatura. Un juego de espejos, creaciones y
ocultamientos, cuya raíz está en la imposibilidad de habitar el mundo tal y
como es, la realidad con sus imperativos incomprensibles y que le resultan del
todo ajenos. Por eso escribe, para salvarse, como muere también para salvarse.
Como escritora nunca llegará a la página en busca del poema, sino que existirá
en el poema porque no sabe ni puede hacer otra cosa, porque no conoce otro modo
de estar en la vida, si no es a través del lenguaje. Su búsqueda, y su
hallazgo, será la creación de un lenguaje propio, que se convertirá en un
puente por el que atravesar el abismo que se interpone entre su delirio y su
cordura. Un lenguaje concreto creado de manera consciente, como un jardín en el que vivir y existir , que sostenga su ser dentro del poema y que
no le permita abandonarse al silencio. Un silencio que sin embargo es agente
activo en sus reflexiones. El silencio como la muerte, como el vacío, la nada,
la no-existencia. El silencio como un agujero negro que absorbe el lenguaje,
que lo transforma también, y que en definitiva se presenta como el fuego
primordial que hay que atravesar, para llegar al conocimiento. El lenguaje es el modo de acceder a ese
conocimiento, pero es el silencio la esencia misma de ese saber. Escribe para
buscar ese conocimiento, de sí misma, del mundo: el lenguaje silencioso
engendra fuego. El silencio se propaga, el silencio es fuego. Y en esa búsqueda, en ese acto de inmolación a través
del silencio y la palabra, atraviesa al otro lado del espejo, inventa un
personaje de si misma, una Alejandra habitante del lenguaje, niña absoluta en
el jardín mudo.
La vida perdida para la
literatura por culpa de la literatura. Por hacer de mi un personaje literario
en la vida real fracaso en mi intento de hacer literatura con mi vida real pues
esta no existe: es literatura.
Y como aliados en esta apuesta
demencial por el abismo, la memoria, la soledad y el deseo. La angustia y Dios:
una cuestión de resolverse, de elegir: o captar el mundo o rechazarlo.
A partir de esta pregunta
construye ella su identidad inventada. Captar el mundo o rechazarlo. Estar en
él, o emprender un viaje hacia la desaparición en el lenguaje, y más allá, en
el silencio. Juego de creaciones, de reflejos, de ocultamientos, de una misma y
del mundo en el que se debe vivir para nombrar las cosas invisibles de los
días, las cosas imposibles de las noches. He buscado mi imagen dentro de su
imagen, pintado su rostro como mi rostro alucinado, dibujando una y otra vez
sus poemas, como quien crea imágenes ahogadas en el mar. He tomado prestadas algunas de sus palabras para
convocar a mis manos materiales y versos con los que construir mi propio
puente, con los que desentrañar mi propia realidad. Y he seguido caminando,
dejándolas atrás, abandonadas como mariposas muertas, para buscar la vida donde
ella convocó a la muerte.
Autorretrato de Alejandra P. Oleo sobre tela (2008)
JUNIO 1955
Una tarde de Junio no puede ser igual a otra. Como tampoco
volverán a repetirse las palabras, que a toda velocidad, garabatea sobre el
cuaderno. Está escribiendo sobre la mesita de un café, en Buenos Aires, y
escribe sobre cómo fijar ese momento in-sus-ti-tu-i-ble. Sus ojos se posan
alternativamente sobre la mesa y sobre la gente que pasea en la calle. Es un
instante en el que presiente algo absoluto, tal vez el componente esencial de
cualquier vida o de cualquier poema. Nada es tan difícil como explicar a una
persona mediocre la raíz de su extrañamiento, el desarraigo pertinaz en el que
existe. Al cerrar el cuaderno experimenta una profunda desazón. Volverá a su
casa confundida entre otra gente que pasea. Su aspecto esta vez no la delatará.
Años después estará tumbada sobre el suelo de su apartamento en París,
escuchará a todo volumen la voz rota de Janis Joplin, volverá a sentir esa
fugacidad profunda, y deseará, con todo el peso de su soledad, entrar en el
otro lado del espejo.
FOTOGRAFÍA, LA, DESPUÉS
Y la foto volvió a salir movida. Tú, el bichito, a penas
puedes quedarte quieta, mientras el Lobo habla sin parar, moviendo las manos,
desde su altura de gigante. Alejandra, ríe, pocas veces te hemos visto reír
así. Abraza la muñeca azul que Cortázar te ha regalado. El Lobo también es un
poeta delicado, un mago con ojos de animal. El Parque Güell es una serpiente
que se enrolla a nuestro alrededor. Nunca una serpiente fue tan bella. La obra
de Gaudí invita a jugar. Habíamos visto la maqueta funicular de LÉglésia de la
Colónia Güell, en Santa Colóma de Cervelló. Allá interrogaste a tu muñeca con
perversión a cerca de ciertos juegos muy devotos. Te gustaban las iglesias por
el silencio. Te parecía que la muerte vivía en ellas, atrapada entre los
cristales multicolores de las vidrieras. Barcelona se despidió de ti, del Lobo,
de mi mismo, guardándonos en su memoria. Aún sin la foto puedo verte allí, en
el café de la Opera, saboreando tu Vozka Wyborowa y conversando con tu muñeca.
Ilustración para el poema 13 de Árbol de Diana:
Explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco
llevándome.
FLORA
Es una niña gordita que tartamudea y que todavía habla el español con acento europeo. Acaba de desembarcar en Buenos Aires con su padre, su madre, su hermana. El resto de su familia ha perecido en el holocausto, a manos del odio y de la locura.
Ahora puede salir todos los días a la calle y jugar a la rayuela. Ya no se oye el silbido agudo que siempre precede a la explosión, y que ella siente como un viento helado dentro de su cuerpo. El miedo nunca la abandonará. Ya no necesita perderse en los sótanos, ahora recurre a los poemas para protegerse del miedo, una vocación que pronto la llevará hasta el infierno. La poesía resultará ser una trampa mortal. Pero también el mejor de sus paraísos. En las noches de insomnio sólo tiene que invocar una pocas palabras para que todos sus fantasmas la acompañen en su habitación.
Desde niña, Flora, ahora Alejandra, ha tentado a la oscuridad para desvelar el misterio. Lástima que la realidad haya sido tan aburrida, y con tan poco sentido del humor.
EXTRACCIÓN DE LA PIEDRA DE LA LOCURA
Hace días que permaneces lúcida. Para escribir y así zafarte de la garra de la muerte que viene a tentarte con dulces palabras. Muy dentro se debate el suicidio, como algo que cada noche no consigues recordar. Muy dentro razonan las palabras traídas hasta tu ventana por el viento. Permaneces sana, bebiendo infusiones, sin alcohol, lúcida para escribir. Detrás de la puerta cerrada una madre habla con un niño. Su vocecita responde en francés. Suena el claxon de un coche, un martillo que golpea una pared, la sirena de una ambulancia que cruza la ciudad. Sonríes a medias. A medias lloras. Mañana será Lunes y el mar desaparecerá tragado por la alcantarilla bajo tu mesa, en la oficina. ¿Quién te dijo que debías trabajar? ¿Acaso no trabajas ya hasta quedarte exhausta?. Extraes las palabras de la roca con el esfuerzo de un minero, causándote heridas incurables en las manos y en el pecho. No será la primera vez que casi pierdes la vida. La poesía es un juego peligroso, y tú no serás la única víctima.
Ilustración para el poema 8 de Árbol de Diana:
Memoria iluminada, galería donde vaga la sombra
de lo que espero.
No es verdad que vendrá.
No es verdad que no vendrá.
EL SILENCIO
¿De cuantas formas había buscado el silencio? Todos sus poemas partían en busca de esa ausencia, sin encontrarla nunca. El silencio no existe en la poesía-se dijo- pero nunca llegó a escribirlo. Era demasiado el horror de admitir una ausencia como esa, una soledad tan oscura.
1971
En el hospital psquiátrico de Pirovano las puertas son de hierro.
Hace cuatro meses intentó acabar ingiriendo pastillas.
Hace un mes ya que quiso morirse envenenada con gas.
El Domingo pasado casi consigue ahorcarse.
Hoy piensa en cómo morir ahogada.
Ninguna palabra le sirvió nunca para conseguir amor.
LOS TRABAJOS Y LAS NOCHES
Esta noche promete ser larga. La poeta aplasta otra colilla en el cenicero ya repleto, mira los papeles amontonados sobre la mesa, el suelo en el que se apilan libros, revistas recortadas, objetos desvencijados, recogidos como tesoros en sus viajes por la ciudad. Su propio aspecto está desaliñado, pero ella no se mira en el espejo, tiene miedo a desaparecer del otro lado. Hace solo ocho meses que ha llegado a París. El apartamento lo heredó de una amiga argentina, que se ha mudado a Lyón. Otra vida que pasa de puntillas por su lado, sin que ella apenas tenga la intención de mirar. Trabaja de noche. La noche armoniza con su alma atormentada, la hace desaparecer tras los versos. Toda la sutileza de la que es capaz la ha vertido en los poemas. Los atrapa como mariposas que solo fueran visibles por un instante. Esa fugacidad engendra su desesperación, la locura que ansía extraer de su cerebro como si fuera una piedra. Su ambición la hace perderse cada noche en las palabras, genera una caricia ronca y áspera sobre la superficie blanca de las sábanas. Fuma y bebe alcohol para olvidarse de todo, menos del poema. Es allí donde existe como una niña en un jardín. Perdida en este pensamiento han pasado dos horas. El teléfono ha sonado insistentemente. No quiere descolgar. Sabe que hace meses que debería haber entregado el manuscrito que Julio le pidió que mecanografiara. Algún día se soltará del poema y podrá atender a la inercia con la que demanda la realidad. Por ahora la incertidumbre es demasiado honda. Con las primeras luces del alba acaba el poema. Apaga los rostros que a su alrededor crea la luz amarillenta de la bombilla. Hoy dormirá hecha un ovillo en el sillón, con las palabras todavía rozando sus sueños.
Ilustración para el poema Encuentro:
Alguien entra en el silencio y me abandona.
Ahora la soledad está sola.
Tú hablas como la noche.
Te anuncias como la sed.
No hay comentarios:
Publicar un comentario