Cuaderno de resistencia

Cuaderno de resistencia

lunes, junio 02, 2014

ALEJANDRA PIZARNIK AL OTRO LADO DEL ESPEJO

La poeta argentina Alejandra Pizarnik, ha sido y es un referente existencial para mi. Su poesía me ha acompañado a través de los años y de mi propio desarrollo como artista en transformación. Muchas veces me he mirado en su obra como en un espejo, he sentido como propias, las palabras transformadas de la realidad, que habitan sus poemas, y creado con ellas otros espejismos más íntimos, más próximos a mi propia identidad inventada. Recupero aquí algunas de estas obras, nacidas directa o indirectamente de la poesía de Alejandra. 





Ilustración para el poema:
                                                                                                                            Y es siempre el jardín de lilas del otro lado del río./
 si el alma pregunta si queda lejos, se le responderá:/ del otro lado del río.



Alejandra Pizarnik al otro lado del espejo

Hace ya muchos años, un amigo me regaló un libro blanco, frágil, delgado como un alambre, de título “nombres y figuras”. El regalo llegaba con la recomendación de asomarse a un espejo, con el presentimiento de abrir una puerta hacia el interior de las edades, y con la promesa de una alucinación constante, mitad delirio , mitad cordura lúcida. Su autora, una poeta argentina y suicida, desconocida para mi, se convertiría con los años en una amiga constante, acreedora de todos mis silencios, una voz al otro lado del espejo; Alejandra, bebedora de palabras transformadas; Alejandra en la línea del tiempo; Alejandra, reflejo de mi propia búsqueda.
Su poesía y su identidad creada ( por ella misma, por mi) me acompaña a través de las edades, los lugares del dolor y la alegría, de los abismos del miedo y la desesperación más oscura.
Pero esta Alejandra creada por mi, no es la verdadera Alejandra, sino otra, construida por el tiempo y las experiencias de mi vida.
Como tampoco lo es la Alejandra inventada por ella misma, la que habita sus poemas, sus diarios: esta es una Alejandra literaria. No se trata de la vida dentro de la vida, sino de la literatura dentro de la literatura. Un juego de espejos, creaciones y ocultamientos, cuya raíz está en la imposibilidad de habitar el mundo tal y como es, la realidad con sus imperativos incomprensibles y que le resultan del todo ajenos. Por eso escribe, para salvarse, como muere también para salvarse. Como escritora nunca llegará a la página en busca del poema, sino que existirá en el poema porque no sabe ni puede hacer otra cosa, porque no conoce otro modo de estar en la vida, si no es a través del lenguaje. Su búsqueda, y su hallazgo, será la creación de un lenguaje propio, que se convertirá en un puente por el que atravesar el abismo que se interpone entre su delirio y su cordura. Un lenguaje concreto creado de manera consciente, como un jardín  en el que  vivir y existir , que sostenga su ser dentro del poema y que no le permita abandonarse al silencio. Un silencio que sin embargo es agente activo en sus reflexiones. El silencio como la muerte, como el vacío, la nada, la no-existencia. El silencio como un agujero negro que absorbe el lenguaje, que lo transforma también, y que en definitiva se presenta como el fuego primordial que hay que atravesar, para llegar al conocimiento.  El lenguaje es el modo de acceder a ese conocimiento, pero es el silencio la esencia misma de ese saber. Escribe para buscar ese conocimiento, de sí misma, del mundo: el lenguaje silencioso engendra fuego. El silencio se propaga, el silencio es fuego. Y en esa búsqueda, en ese acto de inmolación a través del silencio y la palabra, atraviesa al otro lado del espejo, inventa un personaje de si misma, una Alejandra habitante del lenguaje, niña absoluta en el jardín mudo.
La vida perdida para la literatura por culpa de la literatura. Por hacer de mi un personaje literario en la vida real fracaso en mi intento de hacer literatura con mi vida real pues esta no existe: es literatura.
Y como aliados en esta apuesta demencial por el abismo, la memoria, la soledad y el deseo. La angustia y Dios: una cuestión de resolverse, de elegir: o captar el mundo o rechazarlo.  
A partir de esta pregunta construye ella su identidad inventada. Captar el mundo o rechazarlo. Estar en él, o emprender un viaje hacia la desaparición en el lenguaje, y más allá, en el silencio. Juego de creaciones, de reflejos, de ocultamientos, de una misma y del mundo en el que se debe vivir para nombrar las cosas invisibles de los días, las cosas imposibles de las noches. He buscado mi imagen dentro de su imagen, pintado su rostro como mi rostro alucinado, dibujando una y otra vez sus poemas, como quien crea imágenes ahogadas  en el mar. He tomado prestadas algunas de sus palabras para convocar a mis manos materiales y versos con los que construir mi propio puente, con los que desentrañar mi propia realidad. Y he seguido caminando, dejándolas atrás, abandonadas como mariposas muertas, para buscar la vida donde ella convocó a la muerte.




      Autorretrato de Alejandra  P. Oleo sobre tela (2008)


JUNIO 1955

Una tarde de Junio no puede ser igual a otra. Como tampoco volverán a repetirse las palabras, que a toda velocidad, garabatea sobre el cuaderno. Está escribiendo sobre la mesita de un café, en Buenos Aires, y escribe sobre cómo fijar ese momento in-sus-ti-tu-i-ble. Sus ojos se posan alternativamente sobre la mesa y sobre la gente que pasea en la calle. Es un instante en el que presiente algo absoluto, tal vez el componente esencial de cualquier vida o de cualquier poema. Nada es tan difícil como explicar a una persona mediocre la raíz de su extrañamiento, el desarraigo pertinaz en el que existe. Al cerrar el cuaderno experimenta una profunda desazón. Volverá a su casa confundida entre otra gente que pasea. Su aspecto esta vez no la delatará. Años después estará tumbada sobre el suelo de su apartamento en París, escuchará a todo volumen la voz rota de Janis Joplin, volverá a sentir esa fugacidad profunda, y deseará, con todo el peso de su soledad, entrar en el otro lado del espejo.


FOTOGRAFÍA, LA, DESPUÉS

Y la foto volvió a salir movida. Tú, el bichito, a penas puedes quedarte quieta, mientras el Lobo habla sin parar, moviendo las manos, desde su altura de gigante. Alejandra, ríe, pocas veces te hemos visto reír así. Abraza la muñeca azul que Cortázar te ha regalado. El Lobo también es un poeta delicado, un mago con ojos de animal. El Parque Güell es una serpiente que se enrolla a nuestro alrededor. Nunca una serpiente fue tan bella. La obra de Gaudí invita a jugar. Habíamos visto la maqueta funicular de LÉglésia de la Colónia Güell, en Santa Colóma de Cervelló. Allá interrogaste a tu muñeca con perversión a cerca de ciertos juegos muy devotos. Te gustaban las iglesias por el silencio. Te parecía que la muerte vivía en ellas, atrapada entre los cristales multicolores de las vidrieras. Barcelona se despidió de ti, del Lobo, de mi mismo, guardándonos en su memoria. Aún sin la foto puedo verte allí, en el café de la Opera, saboreando tu Vozka Wyborowa y conversando con tu muñeca.




                                                                                                        



Ilustración para el poema 13 de Árbol de Diana:
Explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco
llevándome.








FLORA


Es una niña gordita que tartamudea y que todavía habla el español con acento europeo. Acaba de desembarcar en Buenos Aires con su padre, su madre, su hermana. El resto de su familia ha perecido en el holocausto, a manos del odio y de la locura.
Ahora puede salir todos los días a la calle y jugar a la rayuela. Ya no se oye el silbido agudo que siempre precede a la explosión, y que ella siente como un viento helado dentro de su cuerpo. El miedo nunca la abandonará. Ya no necesita perderse en los sótanos, ahora recurre a los poemas para protegerse del miedo, una vocación que pronto la llevará hasta el infierno. La poesía resultará ser una trampa mortal. Pero también el mejor de sus paraísos. En las noches de insomnio sólo tiene que invocar una pocas palabras para que todos sus fantasmas la acompañen en su habitación.
Desde niña, Flora, ahora Alejandra, ha tentado a la oscuridad para desvelar el misterio. Lástima que la realidad haya sido tan aburrida, y con tan poco sentido del humor.


EXTRACCIÓN DE LA PIEDRA DE LA LOCURA

Hace días que permaneces lúcida. Para escribir y así zafarte de la garra de la muerte que viene a tentarte con dulces palabras. Muy dentro se debate el suicidio, como algo que cada noche no consigues recordar. Muy dentro razonan las palabras traídas hasta tu ventana por el viento. Permaneces sana, bebiendo infusiones, sin  alcohol, lúcida para escribir. Detrás de la puerta cerrada una madre habla con un niño. Su vocecita responde en francés. Suena el claxon de un coche, un martillo que golpea una pared, la sirena de una ambulancia que cruza la ciudad. Sonríes a medias. A medias lloras. Mañana será Lunes y el mar desaparecerá tragado por la alcantarilla bajo tu mesa, en la oficina. ¿Quién te dijo que debías trabajar? ¿Acaso no trabajas ya hasta quedarte exhausta?. Extraes las palabras de la roca con el esfuerzo de un minero, causándote heridas incurables en las manos y en el pecho. No será la primera vez que casi pierdes la vida. La poesía es un juego peligroso, y tú no serás la única víctima.






Ilustración  para el poema 8 de Árbol de Diana:
Memoria iluminada, galería donde vaga la sombra 
de lo que espero.
No es verdad que vendrá.
No es verdad que no vendrá.

EL SILENCIO

¿De cuantas formas había buscado el silencio? Todos sus poemas partían en busca de esa ausencia, sin encontrarla nunca. El silencio no existe en la poesía-se dijo- pero nunca llegó a escribirlo. Era demasiado el horror de admitir una ausencia como esa, una soledad tan oscura.



1971

En el hospital psquiátrico de Pirovano las puertas son de hierro.
Hace cuatro meses intentó acabar ingiriendo pastillas.
Hace un mes ya que quiso morirse envenenada con gas.
El Domingo pasado casi consigue ahorcarse.
Hoy piensa en cómo morir ahogada.
Ninguna palabra le sirvió nunca para conseguir amor.



LOS TRABAJOS Y LAS NOCHES

Esta noche promete ser larga. La poeta aplasta otra colilla en el cenicero ya repleto, mira los papeles amontonados sobre la mesa, el suelo en el que se apilan libros, revistas recortadas, objetos desvencijados, recogidos como tesoros en sus viajes por la ciudad. Su propio aspecto está desaliñado, pero ella no se mira en el espejo, tiene miedo a desaparecer del otro lado. Hace solo ocho meses que ha llegado a París. El apartamento lo  heredó de una amiga argentina, que se ha mudado a Lyón. Otra vida que pasa de puntillas por su lado, sin que ella apenas tenga la intención de mirar. Trabaja de noche. La noche armoniza con su alma atormentada, la hace desaparecer tras los versos. Toda la sutileza de la que es capaz la ha vertido en los poemas. Los atrapa como mariposas que solo fueran visibles por un instante. Esa fugacidad engendra su desesperación, la locura que ansía extraer de su cerebro como si fuera una piedra. Su ambición la hace perderse cada noche en las palabras, genera una caricia ronca y áspera sobre la superficie blanca de las sábanas. Fuma y bebe alcohol para olvidarse de todo, menos del poema. Es allí donde existe como una niña en un jardín. Perdida en este pensamiento han pasado dos horas. El teléfono ha sonado insistentemente. No quiere descolgar. Sabe que hace meses que debería haber entregado el manuscrito que Julio le pidió que mecanografiara. Algún día se soltará del poema y podrá atender a la inercia con la que demanda la realidad. Por ahora la incertidumbre es demasiado honda. Con las primeras luces del alba acaba el poema. Apaga los rostros que a su alrededor crea la luz amarillenta de la bombilla. Hoy dormirá hecha un ovillo en el sillón, con las palabras todavía rozando sus sueños.






Ilustración para el poema Encuentro:
Alguien entra en el silencio y me abandona.
Ahora la soledad está sola.
Tú hablas como la noche.
Te anuncias como la sed.

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